La
mediación como método alternativo y/o complementario a la
resolución judicial de los conflictos, tiene una serie de virtudes
que no se sustraen al resto de los distintos medios de resolución
alternativa de los mismos y que conocemos bajo el acrónimo
anglosajón ADR, (Alternative Dispute
Resolutions ó Amicable Dispute Resolutions).
Los
ADR ó en castellano MASC, (Medios
Alternativos de Solución de Conflictos)
comprenden, además de la mediación, el arbitraje, la negociación,
la conciliación, la transacción y de modo general, la nueva visión
del derecho desde un punto de vista colaborativo.
Todos
éstos medios tienen un ventajoso común denominador, frente al
tradicional sistema judicial de resolución de controversias; se
basan en la autonomía de la voluntad de las partes, es decir,
recogen como principio informador, la importancia de la voluntariedad
y la libre disposición de las partes.
Es
indudable que la mediación no es un sistema de gestión de
conflictos de nueva creación. Su práctica es tan antigua como la
humanidad. Desde la noche de los tiempos la mediación ha sido
utilizada por diferentes y variadas culturas: Mesopotamia, China,
Japón ó etnia gitana, éstos últimos han dirimido, y siguen
haciéndolo en la actualidad, las desavenencias entre sus miembros a
través del más anciano de su comunidad, y que de forma
individualizada se conoce con el nombre de “arreglador”. Existen
estudios antropológicos sobre distintas tribus africanas y
australianas que sugieren que la mediación ya era conocida en la
Antigüedad, así como en otras culturas y civilizaciones como China.
En las tribus referidas, los conflictos son vividos más como una
crisis del grupo que como temas personales ó individuales. Se
entiende que los conflictos entre personas debilitan los lazos de
solidaridad y la solidez de la comunidad y por lo tanto son un
problema que todo el grupo está interesado en resolver. En China,
curiosamente, la pictografía que se utiliza para designar la palabra
“conflicto” sirve al mismo tiempo para significar “posibilidad”
u “oportunidad”.
Algo
que igualmente no pasa desapercibido en nuestra cultura mediadora
occidental, ver el conflicto como posibilidad nueva de enfoque y
oportunidad de cambio, así como un acercamiento de la justicia a la
armonización de la comunidad, en nuestro caso vecinal. En nuestro
país, por ejemplo existen desde tiempos antiguos instituciones o
personas con funciones mediadoras: el Tribunal de las Aguas de
Valencia; el Hombre Bueno en Cataluña y un largo etcétera.
La
causa de tan larga y variopinta tradición mediadora, a lo largo de
la historia y a través de distintas culturas y civilizaciones,
subyace bajo mi punto de vista, en el verdadero VALOR que dicho medio
autocompositivo de resolución de conflictos comporta.
Valor
superior sobre cualquiera de las otras virtudes que se conocen y en
las que no me voy a detener a analizar en ésta reflexión: me
refiero a las demás características propias de la mediación,
(rapidez, economía, tiempo…etc) todas indubitadamente ventajosas.
Pero quiero poner hoy el acento en que, consiguiendo el acuerdo, éste
es por sí suficiente para cifrar el verdadero valor del mismo, su
transcendencia -su virtud más excelsa-, así como su auténtico y
verdadero significado, todo ello por el profundo calado que tal
significación contiene.
Me
refiero al VALOR DEL ACUERDO, título de la presente reflexión, y
que tiene su origen en esa autonomía de las partes antedicha. A
través de la creación de ese espacio facilitador para la gestión
relacional que supone la mediación, el mediador no deja de ser un
constructor de nuevas oportunidades, ya que a partir de su impulso,
siempre imparcial y neutral, cede dicho espacio a sus verdaderos
protagonistas, quiénes a la hora de resolver ó dirimir sus
conflictos, recurren a él por ser una forma de resolución que
supone una mayor diligencia de parte, con menor coste tanto emocional
como económico para los intervinientes. Si además, la mediación
culmina con éxito, mediante acuerdo consensuado entre partes, el
valor del acuerdo adquiere su verdadero significado a través de la
importancia y el debido valor de la palabra dada, el verdadero
compromiso de cumplirla y la responsabilidad ética que ello conlleva
en los individuos que toman parte en la misma, construyendo entre
todos una sociedad mejor, más justa, más madura, responsable y
comprometida, cuyos miembros se responsabilizan de sus propios
comportamientos basados en acuerdos y compromisos consensuados para
una mejor convivencia, más pacífica y respetuosa con el medio, las
circunstancias y “el otro”. Todo ello supone un exitoso resultado
a la vista de la pretensión de la que debe partirse siempre en
mediación: como es el equilibrio entre las partes. Esto que
entendemos por equidad, es decir, el mutuo respeto y reciprocidad
entre titulares de intereses legítimos. La justicia, como equidad,
tiene ya en Aristóteles el mérito de haber llevado a la teoría de
la justicia un mayor acento social, algo que conlleva de forma
inherente la mediación y el derecho colaborativo en general, actual
dirección que debe tomar la justicia rumbo a la sociedad del siglo
XXI.
Es
por ello que el mediador construye plataformas de futuro,
consiguiendo aportar un valor añadido a la voluntariedad y libre
disposición de las partes, ya que siempre que éstas alcancen un
compromiso o acuerdo consensuado, el valor del acuerdo será sinónimo
de verdadera justicia social, contribuirán a construir una sociedad
más armónica y equitativa, menos conflictiva, más responsable y
colaborativa, comprometida con la paz social, basada en la
solidaridad, el entendimiento en la diversidad y respeto mutuos.
Mario
Rivas Clemot
Abogado/Mediador
Civil, Mercantíl, Laboral y de las Organizaciones.
Voluntario del
Servicio de Mediación Vecinal de Rivasvaciamadrid.
Un buen artículo. Muy bien documentado y que en mi opinión toca todas las claves de la mediación. Otro pasito más para que todo el mundo conozca esta maravillosa forma de construcción de la vida social.
ResponderEliminarSaluditos mediadores! Felicidades Mario!.
María,
Gracias María y a todos los componentes del grupo de mediación, especialmente a Tatiana y a Celia; creo que formamos un buen equipo, con una clara vocación de servicio a la comunidad vecinal, ya que a través de nuestro voluntariado pretendemos una sociedad más armónica y respetuosa..
EliminarSalud para todos
Un poco pretencioso y revuscado pero bien en su conjunto
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